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Somos Cirujanos con extensa trayectoria en el Hospital Nacional Arzobispo Loayza de Lima - Perú y realizamos intervenciones quirúrgicas electivas y de emergencia las 24 horas del día (apendicitis aguda, enfermedades vesiculares, obstrucción intestinal). Somos especialistas en Cirugía Oncológica y Cirugía Bariátrica (de Obesidad).

Tenemos amplia experiencia en Cirugía de Aparato digestivo como Cirugía de hígado (hidatidosis hepática, poliquistosis hepática, hígado graso, etc), vías biliares (cálculos vesiculares y coledocianos, dilataciones quísticas del colédoco, etc) y páncreas (cáncer de páncreas, pancreatitis aguda, pseudoquiste pancreático, etc); Cirugías de esófago como transposición colónica tras injuria de cáusticos; cirugía de estomago (cáncer gástrico, manga gástrica laparoscópica), intestino delgado, Cirugía colorectal (enfermedad diverticular, perforaciones colónicas, cierre d colostomía, etc), Cirugía anorectal (hemorroides, fisuras, fístulas perianales) y Cirugía de Pared abdominal (hernias y eventraciones post operatorias).

Nos avalan décadas de experiencia en Cirugía de Aparato Digestivo y estamos a la vanguardia de la Cirugía laparoscópica, contando con amplia experiencia en procedimientos laparoscópicos (cirugía sin corte) de avanzada como Quistectomías hepáticas laparoscópicas, Cirugía del Reflujo gastroesofágico, Manga gástrica y Bypass gástrico para Obesidad mórbida, Cirugía para Acalasia esofágica, Cirugía Colónica, Esplenectomía laparoscópica, Laparoscopía para hernia inguinal, Cirugía Oncológica Laparoscópica, Estadiaje laparoscópico, Emergencias laparoscópicas (apendicitis, peritonitis, úlceras perforadas, etc).

En este blog publicaremos casos emblemáticos con fines docentes dirigidos a nuestros pacientes. Esperamos que envíen sus preguntas, preocupaciones y consultas sobre tópicos específicos a nuestro mail drmachicado75@gmail.com. Las respuestas a sus inquietudes se publicarán a la brevedad posible.

Un abrazo.

Dr. Luis Enrique Machicado
CMP N° 41344 - RNE N° 24900

miércoles, marzo 07, 2012

Lesión polipoidea vesicular (mal llamada pólipo vesicular): ¿Debo operarme?



¿Porqué lesión polipodea y no pólipo vesicular?






     Los pólipos vesiculares son lesiones pediculadas que crecen al interior de la vesícula biliar a partir de la mucosa de la misma. Estas lesiones pueden ser desde una hiperplasia (crecimiento celular de la mucosa) de la mucosa, pasando por adenomas (tumoraciones benignas de las glándulas mucosas de la vesícula biliar) hasta cáncer. El diagnóstico de los pólipos vesiculares puede ser sugerido por una ecografía abdominal. El ecografista evidenciará una lesión al interior de la vesícula y la diferenciará de un cálculo vesicular por dos características: 
  1. El cálculo deja una sombra por fuera de la vesícula (sombra acústica posterior) y;
  2.  Cuando el paciente se moviliza durante la ecografía, el cálculo se mueve pero el pólipo se queda en su sitio. Parte de esta explicación se puede evidenciar en la Fig. N° 1.
     Un  ecografista entonces puede sugerir una lesión pediculada o de forma polipoidea, pero la ecografía no es exacta cuando se trata de definir el origen de la lesión. En términos epidemiológicos esto lo conocemos como alta sensibilidad pero baja especificidad, en este caso de la ecografía. Por ejemplo un ecografista podría sugerir de manera incorrecta un “pólipo vesicular” porque es una lesión al interior de la vesícula, pediculada o de forma polipoidea, que no deja sombra acústica posterior y no se moviliza al mover al paciente. Sin embargo cuando operamos al paciente encontramos que la lesión es un acúmulo de colesterol en las paredes vesiculares ("pólipo" colesterolótico). Esta lesión senso estricto no es un pólipo vesicular sino un acúmulo anormal de colesterol en las paredes internas de la vesícula (mucosa). En ese caso el diagnóstico ecográfico más certero sería lesión polipoidea vesicular, es decir la observación de una lesión que parece un pólipo vesicular. Más aún, dos terceras partes de las lesiones polipoideas vesiculares son de origen colesterolótico. Esto se puede apreciar en la Fig. N° 2 en donde el ecografista ve imágenes polipoideas en la vesícula biliar, sin sombra acústica posterior y el hallazgo son pólipos colesterolóticos.
 
     En conclusión, el término correcto a usar antes de la operación es lesión polipoidea vesicular (LPV) y no pólipo vesicular.

El tratamiento de las LPV

    La mayoría de los pacientes portadores de una LPV acuden inicialmente por síntomas inespecíficos. Muchos de esos síntomas no son por la LPV, pues habitualmente las lesiones polipodeas vesiculares son asintomáticas. Al realizarle estudios imagenológicos (ecografía por ejemplo), se encuentra a manera de hallazgo la LPV y es derivado frecuentemente al cirujano. En caso haya que extirpar la vesícula es conveniente explicarle al paciente que la cirugía probablemente no mejorará los síntomas por los que consultó inicialmente, pues las LPV son a menudo asintomáticas.

     Un tercio de las LPV no son colesterolóticas sino que tienen otra causa, 1 de cada 5 es tumoral (hiperplasia, adenomas o cáncer) y 7 de cada 100 pueden ser cáncer vesicular al momento del diagnóstico ecográfico. Uno de los factores más importantes para discernir si la LPV es de origen tumoral es el tamaño. Se ha encontrado que las lesiones menores de 5 mm en la ecografía rara vez son cancerígenas y se ha recomendado el seguimiento de la lesión, es decir tomar ecografías cada seis meses y si la LPV crece pues extirpar la vesícula biliar, pues este crecimiento es anormal y podría responder a una lesión tumoral. Si la LPV se encuentra entre 5 y 10 mm el seguimiento debe ser más cercano y la posibilidad quirúrgica es más cercana. Todas las LPV mayores a 1 cm son tributarias de cirugía laparoscópica. 

     Uno de los problemas a tratar, es que cuando el paciente se entera que tiene una LPV y se le explica el riesgo de cáncer, la ansiedad en su persona crece y no es para menos sino imaginémonos que nos dicen que tenemos una lesión que "quizás" sea cáncer... Esperaríamos?. Por este motivo en muchos casos se recomienda la extirpación de la vesícula biliar cuando el pólipo es diagnósticado.
Una vez que se ha decidido la cirugía, se procede a hospitalizar al paciente para realizarle una colecistectomía laparoscópica.

Cuestiones Técnicas 

     La Fig. N° 3 nos ofrece una visión detallada de la anatomía vesicular. La vascularización aunque parece compleja se simplifica quirúrgicamente pues lo más frecuente es que una rama de la arteria hepática llamada arteria cística irrigue la vesícula biliar y su localización es casi constante: al interior del triángulo de Calot, un triángulo formado por la vía biliar principal, el conducto cístico y el borde inferior del hígado (señalado en un triángulo azul). Al interior de ese triángulo existe una estación ganglionar importante, el denominado Ganglio de Mascagni que es la primera estación linfática en ser invadida durante un cáncer. Cuando extirpamos vesículas por LPV es necesario extirpar el ganglio de Mascagni y evaluarlo detenidamente en la patología. 

     La vesícula biliar tiene un borde libre que cuando el paciente está de pie es inferior y un borde adherido firmemente al hígado en lo que se denomina lecho vesicular, el cual cuando el paciente está de pié es superior. Como se aprecia, el duodeno que es la primera porción del intestino delgado se encuentra en proximidad con la vesícula biliar y cuando hay episodios inflamatorios crónicos se adhiere a la vesícula biliar.

     La Fig. N° 4 ofrece una visión laparoscópica de la vesícula in situ. La vesícula es llevada hacia el hombro y se muestra todo su borde libre. Esto nos permite atacar el triángulo de Calot, identificar la arteria cística y electrofulgurarla. Así mismo nos permite indetificar el conducto cístico, cliparlo (clips de titanio que se quedan en el paciente) y seccionarlo. En la Fig. N° 5 se puede identificar la vesícula con el conducto cístico seccionado y la arteria cístíca electrofulgurada. La vesícula biliar mediante electrocauterio se empieza a separar del lecho vesicular, es decir de aquella cara que no se vé porque está en contacto con el hígado. En la Fig. N° 5 se ve el borde hepático de la vesícula y el borde libre de la misma.

El Caso
             
   Una paciente mujer de 70 años de edad acude a consultorio porque tiene dolor en hipocondrio derecho (zona derecha y superior del abdomen). Las molestias son muy sugerentes de colelitiasis (dolor irradiado al hombro, dolor que se despierta al ingerir grasas por ejemplo, etc). Por tal motivo el médico que la evalúa de  manera inicial le solicita una ecografía (Fig. N° 6) en donde se evidencia una LPV de tres cm. La presentación de la paciente es por lo tanto atípica pues la mayoría de las LPV son asintomáticas, sin embargo los síntomas que refiere la pacientes sugieren un patrón obstructivo vesicular como el ejercido por las litiasis. Rara vez los pólipos vesiculares verdaderos pueden originar obstrucción más no es frecuente. El otro factor llamativo era el tamaño de la LPV: 3 cm se asocia a un alto riesgo de cáncer, sin embargo no había historia clínica de neoplasia maligna por ejemplo baja de peso, anemia o ictericia )color amarillento de piel y escleras). Además las neoplasias malignas vesiculares habitualmente debutan cuando la neoplasia es avanzado y ha tomado el hígado o el hepático común (ver Fig. N° 1). Tras evaluar el caso con el resto del equipo se decidió realizar una colecistectomía laparoscópica y evaluar laparoscópicamente la posibilidad de neoplasia. Si laparoscópicamente parecía un cáncer vesicular invasivo se procedería a conversión y cirugía radical o paliativa de acuerdo al estadiaje.

La Intervención

     Ingresamos por el ombligo con una cámara de video que llamamos laparoscopio y pudimos observar la vesícula con adherencias tal como se ve en la Fig. N° 4. No había evidencia de invasión local o de metástasis hepática, aunque había cierta hipertrofia del ganglio de Mascagni el cual fue extirpado junto con la pieza operatoria. Por la sospecha de NM, tras clipar y seccionar el conducto cístico se electrofulguró el muñón libre que queda al interior del paciente (ver Fig. N° 5) y se extrajo la vesícula en una bolsa plástica. Además se tomó una biopsia hepática, aunque el hígado se mostraba morfológicamente normal.

Los Hallazgos

     En la Fig. N° 7 se puede ver el espécimen extirpado en su borde anterior. La vesícula se hallaba a tensión como si algo obstruyera la zona de drenaje del conducto cístico (bacinete). Se ve el ganglio de Mascagni el cual ha sido extirpado satisfactoriamente. En la Fig. N° 8 se ve la vesícula pero desde su borde hepático, es decir aquel que estaba adherido al hígado. Se vislumbra desde fuera una gran lesión vesicular la cual se muestra en una circunferencia discontinuada de 3.5 cm de diámetro, la cual era de consistencia blanda. No se evidencian imágenes de infiltración tumoral o invasión. En la Fig. N° 9 y desde el borde hepático se puede observar que al punzar la vesícula biliar se obtiene un material verdoso que inicialmente nos pareció pus, pero al evaluar la calidad y el olor nos percatamos que se trataba de secreción mucosa y no pus (Fig. N° 10). Aquello cerraba un círculo: una lesión de 3.5 cm, consistencia blanda y productora de moco. Podría ser un adenoma o un cáncer vesicular.
     
      Al finalizar la intervención procedimos a aperturar la pieza operatoria en el borde hepático desde el bacinete hasta el fondo vesicular y encontramos lo que se observa en la Fig. N° 11: una lesión tumoral de 3.5 cm de diámetro que crecía desde la parte interna del borde libre de la vesícula hacia el interior de la misma. Afortunadamente la pieza operatoria salió integra y no se aperturó accidentalmente en sala de operaciones (puede pasar a veces con vesículas a tensión y empotradas), pues en ese caso el moco del interior de la vesícula biliar se hubiese diseminado en la cavidad abdominal. Ese moco podría muy probablemente contener células cancerígenas, las cuales hubiesen provocado una invasión regional. La lesión no mostraba invasión hacia el borde libre, es decir no mostraba infiltración de la pared vesicular pero el aspecto nodular y papilífero que se evidencia tras lavar la pieza operatoria y observarla al detalle casi no deja lugar a dudas. Una vez lavada la pieza operatoria y libre de moco se pudo objetivar mejor la lesión tumoral (Fig. N° 12).

     La Fig. N° 13 aunque no es de buena calidad, nos muestra que la neoplasia crece desde el borde libre hacia el interior de la vesícula alcanzando una altura de 1.75 cm y una base de 3.5 cm, casi lo que predijo el ecografista. Nos hallábamos pues ante un cáncer vesicular, la principal complicación de un pólipo vesicular verdadero. El crecimiento hacia la parte interna asociado a una secreción importante de moco había producido una distensión vesicular importante lo cual explicaba el cuadro clínico de dolor que exhibía la paciente. Ese moco probablemente contenga células cancerígenas por lo cual se ha enviado a estudiar a Patología (estudio de Papanicolau el cual busca células malignas en la secreción) y aunque la cirugía fue planeada como para evitar la diseminación en caso halláramos una neoplasia, el moco producido por esta vesícula debe de haber discurrido por el conducto hepático común (Fig. N° 3) hacia el intestino delgado y probablemente pueda originar una siembra intraductal, es decir el moco con células cancerígenas discurre por el ducto de drenaje hepático invadiéndolo. Es por este motivo que se ha coordinado tempranamente con Oncología para admninistrar tratamiento quimioterápico. 

     Quirurgicamente la neoplasia ha sido catalogada como 1b (ver Fig. N° 14) es decir que invade hasta la capa muscular de la vesícula, pero no la serosa (capa mas externa de la vesícula), N1 (invasión de Mascagni) y M0, lo cual sitúa a la paciente en un Estadío II B. Teniendo en cuenta la edad de la paciente una resección más extensa probablemente hubiese sido excesiva.

      Por las características de la pieza operatoria y el cuidado que se ha tenido durante la intervención es probable que el pronóstico de la paciente sea favorable, pero estamos en la espera del diagnóstico anátomo patológico, de la tomografía abdominal que se ha solicitado y de los marcadores tumorales (sustancias producidas por el tumor que se pueden dosar en sangre con fines pronósticos). Además se ha coordinado con Oncología para iniciar a la brevedad tratamiento con quimioterapia.

Conclusión


Cáncer Vesicular
     Las LPV tienen un riesgo incrementado de provocar cáncer vesicular por lo tanto la sugerencia sería que ante un pólipo detectado se debería de realizar una colecistectomía laparoscópica cuidadosa a fin de evitar la perforación vesicular y la posible diseminación de una neoplasia. Cuanto menor calibre sea el pólipo, menor es la posibilidad de neoplasia, pero el paciente debe de saber que inclusive un pólipo pequeño podría ser potencialmente una neoplasia y tomar la decisión del seguimiento o de la colecistectomía. En casos de cáncer de vesícula avanzado y en pacientes más jóvenes se han planteado tratamientos más radicales que incluyen resecciones hepáticas, pero pocas veces hemos visto neoplasias limitadas a la vesícula biliar como en el caso presentado. Lo habitual es que el cáncer vesicular se presente muy avanzado de modo que casi siempre se apertura la cavidad del paciente y se cierra sin realizar procedimiento alguno (open close). Nuestra paciente ha sido en cierta medida afortunada y esperamos que la cirugía y el posterior tratamiento oncológico sean determinantes en su curación.


Dr. Luis Enrique Machicado Rivero